La primera visita de Miguel de Cervantes a Córdoba
2 febrero, 2017 Camino despacio, las rectilíneas hileras de los humedecidos olivares vienen a saludarme entre esos hirientes recuerdos de tu ausencia… Interrogantes dolorosos penden del horizonte: ¿Dónde estás? ¿Por qué te has ido? He preguntado como San Juan de La Cruz si por aquí has pasado, si tus ojos con sólo mirar han vestido los olivares de hermosura…
¡Qué lejos de aquella tarde llena de caricias y de ternura a los pies enraizados de aquel olivo milenario al que me abrazo ahora para recordarte, para amarlo carnalmente amándote a ti! ¿Que sólo es un recuerdo? ¿Quién lo dice, quién, si yo sigo aquí?
Me recuesto sobre las últimas aristas de esta tarde que se empeña en subir los rayos de su luz a las copas altas de los olivares, a las cumbres dominantes con mi temor de que pronto se entregue a las tinieblas de la noche y entonces ya no podré traerte a mi lado. ¿Quién lo dice, quién? ¿Será que alguien te escribe en mi nombre, que pone mis palabras en tu oído? ¿O será más bien que este día de San Valentín me tienes preparado una sorpresa?
Puede que mis torpes palabras, dignas más bien de un mal poeta, no sean capaces de traerte a mi lado, aquí, junto a este olivar milenario, testigo de nuestros fervorosos amores. Dime qué tengo que hacer, qué palabras extraordinarias he de emplear para que vuelvas antes de que la noche oscura acabe engullendo la áurea luz de la tarde.
Francisco del Valle